miércoles, 18 de abril de 2012

Los Volcanes (homenaje)


Cuando los Mexicas llegaron al Valle de México, se asombraron por la majestuosidad de aquellas dos montañas. Y más grande fue su asombro, cuando miraron que una de ellas seguía viva.
Desde entonces, se han contado muchas leyendas sobre su origen, pero la más famosa y hermosa; es la que cuenta la historia sobre un amor jamás consumado, un amor verdadero y de sacrificios que nunca pudo ser, mientras latían los corazones de dos amantes.
Popoca, fue el nombre de un fuerte y valiente Guerrero, que durante una ceremonia al Dios Sol en la plaza mayor de Tenochtitlan, miró a una hermosa doncella que se encontraba en las escalinatas del templo. Este hombre, se enamoró inmediatamente.
Iztaccíhuatl tenía una hermosa cabellera, una verdadera cascada negra que resplandecía cuando era tocada con los rayos de Huitzilopochtli. Su piel blanca, fácilmente podía confundirse con el color de las nubes. Su cuerpo hermoso, esbelto, parecía tallado por Quetzalcoatl.
Nuestro valiente guerrero, por el amor que día a día le sentía, la cortejó y le enamoró. La mujer blanca, comenzó a amarlo con tanta fuerza que decidió contarle todo a su padre Tezozómoc, un hombre recio y temperamental.
Tezozómoc, no apreciaba del todo al joven guerrero. No era digno para mi hija... decía. De modo que al ver a su hija enamorada y al joven seguro de su amor, decidió ponerlo a prueba.
Para entonces, Tenochtitlan se encontraba en guerra con las tribus de Oaxaca, por lo que Tezozómoc envió a Popoca a esas batallas con la condición de que si volvía victorioso tendría la mano de su hija.
Pasaron meses de batalla, y de nuestro guerrero no se sabía nada, por lo que Iztaccíhuatl terminó cayendo en la desesperación ahogandose día a día por la nostalgia.
Una noche, el padre de la joven llegó anunciandole la muerte de Popoca; y esta, con el corazón desgarrado y sollosando por el dolor de saber a su amado sin vida, decidió terminar con la suya.
Al la mañana siguiente, el joven guerrero regreso con la sangre de la victoria sobre su cuerpo, y fue en busca de Tezozómoc para que este cumpliera con su palabra y, dejara que su hija tomase la mano de Popoca para no soltarle jamas. Pero la encontró muerta y con lágrimas secas tomó el cuerpo frío de su amada y caminó hasta llegar a las afueras del valle de Texcoco. Colocó el cuerpo de Iztaccíhuatl sobre una cama compuesta de hermosas flores, y se arrodilló a sus pies con el corazón ardiendo a fuego vivo y con el coraje desgarrando su garganta.
Al ver los Dioses tal injusticia, para evitar el amor de los jóvenes. Conmovidos, poco a poco los cubrieron de ramas, tierra y nieve, para convertirlos en volcanes e inmortalizar esa pasión que los unía y que ahora jamas los separará.
Desde entonces, el volcán Popocatepetl a mantenido la llama de su corazón encendida, por el amor de Iztaccíhuatl.
Los últimos días hemos podido apreciar su majestuosidad, poderío y grandeza. No cabe duda, ¡merece respeto!
José Manuel Peralta.

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