Y estaba allí, en medio de una terrible lluvia que no moja pero como humedece las virtudes del alma. Seguía allí, tomándome el cafe amargo de la vida, acompañándolo con unos cuernos sin azucar.
Encajonado en mi cuarto estaba, cuando la colilla de un cigarrillo me susurró al oido que me restaba poco tiempo. Que el fuego de las cenizas se apagaba; pero no me importó... permanecía allí, inmovil, como esperando a que el viento me despeinara las ganas de vivir.
"Siendo el amor como la muerte... ya que nunca sabes cuando te toca"... jamás recibí amenaza alguna. De manera que sólo me besaba con soledad y con las marañas de un amor que se encontraba en la sala de espera.
Por lo que nunca imaginé, pues no lo sabía, y cómo iba a saber que ella llegaría. No tenía idea de lo que el destino guardaba para mí; en su baul de los encuentros, de los amores esperados, de los besos oníricos. Era ella, la misma que compartió conmigo una almohada en el infierno. La que sabe a cerca de todo lo que hay sepultado en el corazón.
La mujer que amé aun cuando no la amaba todavía.
Por las noches, siento sus manos y me envuelvo entre su alma, me cubro con sus besos y con sus caricias.
Ella me ama y la amo. Y no hay más palabras que escribir, pues todo se escribe con siete letras, una para cada día de la semana... ella se llama: "Cecilia"
Un cuerpo sin alma y sin aliento, pues ella me lo quita...
By José Manuel P.